Nos equivocamos al creer que nuestros hijos no advierten sobre lo que hablamos; lo que conseguimos con esa actitud es normalizar algo que para nada es normal ni sano
Nuestros niños se empapan de conocimientos constantemente, se enteran de todo lo que hablamos, perciben incluso nuestro estado de ánimo tan solo con mirarnos. Cuando estamos con una amiga, con nuestra pareja o un familiar -seguramente se haya dado con mayor frecuencia estas Navidades- y nuestros hijos están al lado, nos escuchan y entienden. Hacer como que no están, criticando, insultando o blasfemando sobre algo o alguien, como de ellos mismos, puede dañar su autoestima y generarles desconfianza.
Los niños con nuestro modo de proceder aprenden a hablar mal de otras personas, muchas que seguramente serán importantes en sus vidas, asimismo, sentirán no ser lo suficientemente importantes ni que se les respeta cuando se airean temas privados que nos han dicho en confianza. Tampoco es conveniente hablar de asuntos de contenido violento o de adultos estando ellos en nuestra misma habitación.
Con todo esto, nuestros hijos van a naturalizar algo que para nada debería darse así; los expertos nos explican los motivos.
Tal y como señala David Galarza Durán, psicólogo especialista en juventud y adolescencia, en la primera infancia, los niños analizan a sus padres con asombro pretendiendo conseguir su apoyo y aprobación: “Lo que se hable delante de ellos se convierte en material sensible asentando parcialmente las bases sobre el ‘soy valiente o no’, ‘soy llorón o no’”.
Daños en su desarrollo emocional, social y cognitivo
Los niños, además de a sus padres, tienen a más referentes en su vida, personas que les aportan, como tíos, hermanos o docentes. “Seguro que muchos recordáis algo que os influyó negativamente en vuestras vidas y que fue creado por alguna persona que no apostó por vosotros o criticó ferozmente alguna de vuestras debilidades”.
Con esta afirmación el profesional quiere que se comprenda el valor que tiene para el niño que las figuras a las que más tiene en consideración hablen positivamente de él en su presencia y le ayuden a mejorar en aquellas parcelas en las que más lo necesita.
Expresa, además, que en la infancia el cerebro de los niños está muy preparado para asumir conceptos e ideas, por lo que aquello que más se refuerce quedará impregnado en su personalidad y será difícil de revertir en años posteriores.
Hablar cuando hay niños como si no estuvieran presentes puede afectar directamente a su desarrollo emocional, social y cognitivo. “Los niños manifiestan emociones ansiosas cuando perciben que los padres o en casa de los abuelos se está discutiendo o debatiendo y no se les incluye en la conversación”, asevera Alejandra García Mundi, psicóloga general sanitaria.
Repetir patrones de conducta con otros
Cuando el niño comprueba que en ambientes familiares o círculos de amistades se habla en secreto o impreciso pueden optar por hacerlo ellos también con otros amigos o adultos. La profesional entiende que, frente a estos acontecimientos de exclusión y falta de empatía, los menores pueden experimentar:
- Dificultades en el desarrollo de habilidades lingüísticas y sociales.
- Cierta confusión y que no desarrollen herramientas para expresar sus emociones y opiniones.
- Falta de confianza y autoestima y al sentir que no importan tiendan a aislarse a la hora de interaccionar y relacionarse.
- Una actitud cada vez más evitativa, confusa y solitaria, si observan que, en casa, en el centro escolar, no se les explica lo que ocurre a través de un lenguaje adaptado a sus necesidades.
Esta psicóloga expone la importancia de fomentar una comunicación asertiva, afectiva y respetuosa donde cada uno de los miembros de la familia cuente con un rol y se sientan escuchados participando de las ideas, decisiones y situaciones a los que se enfrente la familia: “Resultará clave para que se desarrollen personalmente”.
Cuando los progenitores necesiten hablar algo a solas por lo delicado del tema, García asegura que pueden crear espacios privados donde sepan que el niño está ocupado realizando actividades o bien, no se encuentra en el hogar.
“Si los niños comprueban que se respeta la privacidad y los espacios de los demás, aprenderán a escuchar y hablar con consideración teniendo en cuenta las necesidades y los tiempos de los demás miembros de la familia”, indica la profesional.
Atender las cuestiones e incertidumbre de los menores
No hay que olvidar mostrar una comunicación directa donde los padres puedan abordar las inquietudes de los niños y explicarles por qué ciertos temas no son apropiados para su momento evolutivo, esto es: “Hablar con claridad, sin mentiras, ni secretos”.
En el caso de que sean situaciones donde es complicado esperar para tener un momento para hablar, los adultos pueden utilizar una serie de códigos que indiquen al niño que necesitan un espacio privado.
“No venerar la presencia de los niños representa anularlos, es decir, hacer ver que no oyen ni entienden lo que decimos. Pueden sentirse excluidos, afectar a su sentido de pertenencia al grupo y presentarán sentimientos de soledad y baja autoestima”, identifica García.
La experta afirma que es adecuado hablarles en positivo teniendo en cuenta sus necesidades y etapa evolutiva.
Recordemos a Françoise Dolto, psicoanalista y pediatra quien decía: “El niño es un ser humano completo, no un ser humano en formación”.
Artículo escrito para https://www.womanessentia.com/